Las más de cinco mil personas que a lo largo del día ingresaron al Capitolio Nacional no podían creer que ese hombre que estaba en una gran foto en las escalinatas del edificio era el que estaba postrado en un ataúd en el Salón Elíptico, Miguel Uribe Turbay.

Era una escena que tristemente se ha repetido en varias ocasiones, cuando miles de personas han ido a despedir a sus líderes políticos que, como Miguel, fueron asesinados por las mafias, así como ocurrió con Luis Carlos Galán, quien estuvo en esas mismas instalaciones en agosto de 1989.

Fueron poco más de 11 horas en que una fila interminable de personas pasó a dar un adiós a su líder. Una oración, una arenga por su huella en la política y miles de fotos frente a la caja fúnebre se tomaron en los pocos segundos que tenían para rendir homenaje a quien cientos no conocieron en persona, pero que sí reconocieron por su aporte pese a morir tan joven.

No importó el sol que en momentos caía impecable sobre la Plaza de Bolívar, la misma por la que caminó Miguel en sus diferentes facetas. Allí echó discursos, allí presidió paradas de la Policía cuando fue secretario de Gobierno y allí fue por donde pasó para entrar a la casa que lo consolidó como político, el Congreso de la República.

Efraín Torres, un anciano que raspaba el piso con sus pasos, contó que a Miguel lo conoció en algún acto político del uribismo; mientras que doña Teresa reveló que madrugó para venir desde Ibagué a Bogotá para despedir al hombre que consideraba iba a ser el que verdaderamente traería un cambio para el país.

Así como ellos, fueron miles las historias de quienes esperaron para entrar al Salón Elíptico, en donde estaba desde la noche del lunes el joven Miguel, recibiendo el homenaje que en vida no alcanzó porque las balas del terrorismo empezaron a cortar su vida el 7 de junio y que terminó muy en la madrugada del lunes 11 de agosto en la Clínica Santa Fe de Bogotá.

Un respeto profundo acompañó esa procesión a lo largo de unas horas que se hicieron cortas para despedir a este joven político. Pasadas las 3 de la tarde se dio uno de los momentos más cargados de dolor y sentimiento: la llegada al salón de su familia, incluyendo a su pequeño hijo Alejandro, quien, por las paradojas de la vida y del terrorismo, también tuvo que despedir a su padre cuando apenas tiene cuatro años, lo mismo que Miguel cuando el narcotráfico mató a su mamá, Diana Turbay Quintero.

Todos los asistentes guardaron un largo silencio, la escena no daba para más. María Claudia, la esposa de Miguel, daba muestras de fortaleza al explicar a su hijo Alejandro que ahí, en esa caja fúnebre, estaba su papá, al que dejó de ver desde ese sábado desgraciado para su familia cuando fue víctima del atentado.

Ni el más fuerte de los asistentes pudo contener sus sentimientos cuando, en al menos tres ocasiones, el papá del senador, el empresario Miguel Uribe Londoño, se fundió en abrazos largos con el ataúd. Su mirada se perdía en el mismo, sus lágrimas expresaban ese dolor, y ahí junto a él le animaba en medio de toda esta compleja situación, María Claudia Tarazona.

Y si alguno de los asistentes aún tenía algo de fortaleza para no flaquear en ese momento, la cantante Andrea Botero interpretó por tres ocasiones, en diferentes momentos, la canción que le compuso en junio pasado al inmolado líder: “Fuerza Miguel”, pero que hoy lleva por título “Vuela Miguel”.

Las sombras de la noche empezaron a aparecer, el frío era cada vez más apabullador en ese histórico edificio que tristemente tenía un huésped pasajero, similar a muchos que han estado allí por culpa de las acciones del terrorismo. Los sonidos del viento se cruzaban por los pasillos del Capitolio Nacional, un silbido que parecía decir: «Ni uno más aquí velado por culpa de la criminal violencia que se ha llevado a miles».

De Colprensa

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