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14 de diciembre de 2023 | Cada 40 segundos, alguien en algún lugar del mundo se quita la vida. En 2019, aproximadamente 700.000 muertes fueron resultado del suicidio, esto equivale a más de 1 de cada 100 decesos (1,8 %). Mientras que la tasa global de suicidios disminuyó en un 36 % entre 2000-2019, este indicador en América Latina y el Caribe aumentó en un 17 % durante el mismo período.

Debido a este preocupante fenómeno en crecimiento, Economist Impact, de la revista The Economist, con el apoyo de Johnson & Johnson Innovative Medicine, ha llevado a cabo una investigación que tiene como propósito caracterizar de manera comprehensiva la carga social y económica relacionada con el suicidio en América Latina, así como evaluar la formulación de políticas nacionales sobre suicidio y salud mental, las medidas de vigilancia y el estado de los servicios de salud mental en la región, incluyendo el número de profesionales y las necesidades insatisfechas.

“Desde Johnson & Johnson, llevamos más de 60 años comprometidos con cambiar las percepciones y eliminar el estigma de las condiciones de salud mental en todo el mundo a través del acceso, educación, apoyo y tratamiento de las personas que buscan ayuda, así como al público en general. La depresión, que es el trastorno mental más asociado al suicidio, no es igual para todos y afecta de manera distinta a cada persona. Por esto, entenderla y tener un panorama regional claro es el primer paso para poder trazarnos planes y estrategias que permitan seguir transformando de manera positiva la vida de los pacientes al tratar la depresión y prevenir el suicidio” explica Liane Touma Falci, directora médica de Neurociencias de Johnson & Johnson Innovative Medicine para Latinoamérica.

El informe ‘Actuando contra el suicidio: comprendiendo una amenaza importante para la salud pública en América Latina’, enfocado en Argentina, Brasil, Colombia, México y Panamá, señala acciones que pueden ser tomadas por una variedad de actores del sistema para reducir el número de personas en la región que llegan al estado de ideación suicida. En la actualidad, ocurren 45.800 muertes por suicidio al año en la región, con una tasa estandarizada de 5,23 casos por cada 100,000 habitantes (8,39 para hombres y 2,12 para mujeres).

Así mismo, el informe encontró que para 2019 en la región hubo una relación de 4 hombres suicidas por cada mujer; más del doble en comparación con la relación global de 1,7 hombres por cada mujer en el mismo año. Por su parte, en comparación con otros grupos de edad, los adultos mayores enfrentan un mayor riesgo de suicidio. Esto se debe a una variedad de factores como enfermedades crónicas, dolor físico, dependencia de otros, soledad, inestabilidad financiera, pérdida de propósito, sentimientos de abandono y discapacidad funcional. Sin embargo, cabe destacar que entre la población joven se evidencia una tendencia en aumento hacia la inestabilidad emocional, social y física, que puede provocar estrés y síntomas depresivos.

En 2019, la prevalencia estimada de trastornos mentales entre los adolescentes (de ambos sexos) de 10 a 19 años en Argentina, Brasil, Colombia, México y Panamá osciló entre el 12,1 % (en México) y el 17,1 % (en Brasil). “Sin control, los impactos son graves: el suicidio es la tercera causa más común de muerte entre jóvenes de 15 a 19 años en la región, con más de 10 adolescentes quitándose la vida por día”, reza el informe.

Aunque el aumento de la conciencia sobre el impacto de estas enfermedades en la región ha aumentado, la inversión aún es muy reducida con solo el 1,8 % del gasto en salud pública en América Latina y el Caribe. Esto se compara con un gasto medio global insuficiente en servicios de salud mental del 2,8 % del gasto en salud gubernamental, con respecto a la recomendación de un gasto de al menos 5 % del presupuesto total de salud propuesto por la OMS. Lo anterior, sumado a un limitado conocimiento entre los proveedores y a un bajo número de trabajadores y establecimientos especializados en el área, deja como resultado importantes brechas en el tratamiento de la salud mental en América Latina.

¿Qué factores influyen en este fenómeno?

La depresión, el estrés emocional, las comunidades en las que viven las personas y otros problemas de salud mental también pueden tener un impacto en el riesgo de suicidio. Los estudios han demostrado que en América Latina la inestabilidad política y las altas tasas de violencia pueden resultar en un aumento del estrés emocional y formar la base para condiciones como la depresión y el comportamiento suicida. Además, las tasas de suicidio más altas se han reportado en grupos vulnerables que experimentan discriminación, como refugiados y migrantes, pueblos indígenas, personas LGBTI+ y prisioneros.

Los recursos limitados y estigmas asociados con buscar ayuda dificultan el acceso a servicios de salud mental y la prevención del suicidio. Así mismo, se han identificado otros factores que pueden dificultar el diagnóstico como bajos niveles de educación sobre los síntomas, especialmente, entre los adultos mayores que consideran la depresión como un síntoma normal de la vejez. Por lo tanto, el suicidio se configura como una problemática que requiere un enfoque multisectorial, una respuesta integral y tener en cuenta factores sociales y ambientales.

En ese sentido, vale la pena revisar cuáles son los retos para la región, con el soporte de Economist Impact, y qué podemos hacer para trabajar en estos hallazgos. Por un lado, el estudio señala la falta de personal especializado en salud mental y establecimientos en los países de la región, así como la falta de acceso a la educación sobre tratamiento. Además, existe una necesidad de definir las áreas en donde los tomadores de decisiones deberían enfocar sus esfuerzos para contrarrestar este fenómeno. Un abordaje correcto y oportuno de estas dificultades podría ayudar a reducir el número de personas con ideación suicida en las Américas, logro con el que también se aumentarían las tasas de población con una salud mental óptima.

Específicamente, las recomendaciones del estudio para los tomadores de decisiones en materia de políticas públicas son: aumentar los fondos asignados a la atención de salud mental; notificar periódicamente los datos de mortalidad por suicidio y hacer seguimiento de las enfermedades mentales, incluida la depresión, para contribuir a la elaboración y planificación de políticas públicas; tomar medidas para concienciar sobre el suicidio por depresión y combatir el estigma relacionado con el reconocimiento y la búsqueda de ayuda para problemas de salud mental, y trabajar para contrarrestar las desigualdades geográficas, sociales y económicas que crean barreras de acceso en toda la región.

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